Este video es el 3er episodio de la 2da temporada del programa digital ‘Sobre la Ola’, en el cual Irwin, Elena y yo (Miguel Horacio) hablamos sobre Imponer las manos sobre los enfermos. Otros temas que conversamos aquí es cuál fe es la que realmente sana, bloqueos a ser sanado, al final ponemos el testimonio de Verónica, quien sin tímpano ahora escucha bien, etc…
Ya he perdido la cuenta de las veces que ‘algún alguien por ahí’ me dice: “Dejé de orar por los enfermos pues en una ocasión oré con mucha fe por una persona muy enferma y aún así murió.”
Lo primero es que yo recomiendo iniciarse en el ministerio de sanación enfrentando enfermedades o condiciones más acordes con tu fe. Si tienes poca fe inicia orando por gripes, dolores de uña o de nariz. En fin comienza por lo poco y luego de ejercitar el ‘músculo’ de la fe podrás arrancar de las puertas de la muerte a alguno que otro enfermo terminal.
Si tienes poca fe inicia orando por gripes
Mal contando, en nuestro ministerio, cuando nos invitan a orar por enfermos terminales, muchos de ellos en cuidados intensivos de hospitales, tenemos un 90% de éxito. Es decir de cada 10 por los que oramos, 9 salen de su condición de muerte y sólo una persona se nos muere.
Nosotros hemos aprendido a enfocarnos en lo que Dios sí está haciendo y no enfocarnos en lo que no está haciendo. En el caso de que se nos muera alguien, acompañamos con cariño a la familia que perdió a su ser querido, pero no por ello dejamos de orar por otros que necesitan de nuestro ministerio. Nos enfocamos en el 9 que sí sanaron y glorificamos a Dios por ello y no nos quedamos ‘enfrascados’ en aquel que no sanó. Sanar no es nuestra responsabilidad, eso es responsabilidad de Dios a nosotros nos toca orar.
Para avanzar en el ministerio de sanación enfócate en las personas que sí sanan y no en las que no son sanadas.
Por otro lado tener más o menos un 90% de ‘éxito’ sacando a gente del borde de la muerte es el resultado de años orando por los que sufren. Al inicio, no todo nos resultaba. Por ello aconsejo comenzar de poquito a poquito.
En fin, la muerte, por ahora es algo inevitable. En algún momento cuando crezcamos lo suficiente en fe lograremos resucitar muertos. Jesús nos envió a ello. (Mt 10,8). San Pablo dijo 1 Cor 15,26 que: “el último enemigo que será vencido será la muerte”. El ministerio de sanación es un misterio, no todo se sabe, es un constante aprendizaje, pero también es una guerra, hay que seguir confiando en Dios, luchando y avanzando. Con fe en Dios en esta promesa suya de que en el ministerio de sanación no sólo venceremos las enfermedades sino también la muerte.
No me atrevo decir que Jesús sanó a todos los enfermos de su época, pero sí me atrevo decir que todos los enfermos de esa época que se acercaron a Él con fe, fueron curados.
Todos los enfermos que se acercaron a Jesús con fe fueron curados.
Si miramos los Evangelios vemos que Jessús esperaba que el enfermo se acercara a Él o que los familiares y amigos lo hicieran. En muy pocas ocasiones Jesús era el que se acercaba, el Evangelio de Juan nos cuenta sobre el paralítico junto a la piscina esperando ser curado. (Jn 5). Jesús se acercó y lo curó. Las demás excepciones de Jesús acercándose a intervenir sobre alguien sin que ese alguien se lo pidiese fue cuando estas personas estaban muertas.
En el mismo Jesús vemos que este carisma de resucitar muertos (si es que le podemos llamar de esa forma) fue ‘in crescendo’, es decir el lo fue ejercitando y fue fortaleciéndose en ello.
La primera persona que Jesús resucitó fue la hija de Jairo. La cual tenía poco tiempo de haber muerto. El ya iba en camino a sanarla, pero mientras llegaba murió. Jesús entra y la resucita.
La segunda persona que nos testifica el Evangelio es la resurrección del hijo de la viuda de Naím, Jesús lo hizo por compasión (Lc 7,11 y siguientes). Este tenía más tiempo de muerte que la hija de Jairo, ya lo iban a enterrar al cementerio y Jesús detuvo el desfile del funeral para resucitar al muchacho.
Pero la resurrección más excepcional fue la de Lázaro (Jn 11), el cual ya tenía, 4 días enterrado. Olía mal al abrir el sepulcro. Pero la pregunta del millón es ¿Por qué Jesús resucitó a estas personas y no a otras? ¿Por qué no dejó a la hija de Jairo muerta? ¿Por qué no dejó al hijo de la viuda muerto? ¿Por qué no dejó a Lázaro en la tumba?
Pues perdone mi niñada, confieso no ser teólogo y que para muchas cosas tengo una fe de niño pero creo firmemente que Jesús resucitó a estas personas pues no era el tiempo de ellos morir. No era el tiempo de que Jairo llorara a su hija, ni de que la viuda perdiese al muchacho, no era el tiempo de Lázaro partir. Para mí no hay otra respuesta.
Muchas personas mueren antes de ‘su’ tiempo porque nadie ora por ellas y otras mueren aunque se ore por ellas porque ya era ‘su’ tiempo de morir.
Jesús vino a cumplir a perfección la voluntad del Padre. Jesús nunca hizo nada para romper la comunión/voluntad con Dios Padre. Si la voluntad de Dios era que estas personas estuviesen y permaneciesen muertas, nunca Jesús las hubiera resucitado. Es por ello que creo que mientras el Reino de Dios no se extienda en Su totalidad en esta tierra todos tenemos como dice Eclesiastés 3,2 ‘un momento para morir’.
En ocasiones oramos por alguien y muere, no porque lo hayamos hecho mal sino porque era su tiempo para morir. PERO en otras ocasiones gente muere porque nadie oró por ella o no oraron lo suficiente sobre esa persona. Recuerda a nosotros nos toca orar y a Dios le toca obrar. Dios nos dio el mandato de hacerlo (Mt 10,8) sería una desobediencia a su mandato dejar de orar por los que sufren. Ora y Dios obrará. Déjale a Él los resultados ¿Tu qué opinas? Deja tu comentario y si quieres comparte este escrito con quien creas que lo necesita.
Una de las intervenciones de Dios que más me impactó este fin de semana pasado fue lo que ocurrió en Don Adriano. Un hombre quien sufrió un accidente en su trabajo de construcción. (Estuve en Valle de Bravo, México. Invitado por el equipo de Renovación Carismática de aquella localidad) Don Adriano agarró, sin saber que la energía eléctrica estaba activada, un cable de alta tensión. Lo cual provocó que el recibiera una descarga de alto voltaje que le lanzó con fuerza al suelo, esto desde una altura de 6 metros. Cayó de espalda.
Ya te puedes imaginar. El nos contó que al abrir los ojos, después del desmayo al recibir un alto voltaje y una caída tan traumática, lo primero que dijo fue: “¡Gracias Señor! Estoy vivo”. Pero al inicio no sentía las piernas ni las manos. Vio un paramédico que le decía que no se moviera. Lo llevaron rápidamente al hospital en una ambulancia y los médicos hicieron muy buen trabajo. Como muestra de ello es que Don Adriano sigue vivo y caminando, pero con mucho dolor.
Esto ocurrió en Mayo de este año. Duró un mes en cama del hospital recuperándose y recibiendo terapia. Pero el nos contó que el dolor no se le quitaba. Tenía siempre dolor en su espalda y dolor en la mano con la que agarró el alambre de alta tensión (que dicho sea de paso, esa mano se le veía de color morado por la descarga eléctrica que recibió). No tuvo fracturas, sólo el daño causado por la descarga y el golpe. La secuela de esto era el dolor.
Cuando Carlos, mi amigo y hermano de comunidad, que me acompañaba y yo le entrevistamos para orar con él, le preguntamos del uno al diez ¿Cuánto le duele? Siendo diez mayor y uno menor. El nos respondió que le dolía un cinco. Le preguntamos si podíamos tocar su espalda para orar por él. Nos respondió positivamente.
Le tocamos y dimos lo que llamamos ‘órdenes de fe’. Una orden de fe es un mandato hecho en el Nombre de Jesús. No es una orden a Dios sino desde Dios.
Se pueden dar órdenes a los virus para que se vayan, al cáncer para que se anule o al dolor para que desaparezca. Esto último fue lo que hicimos: “En el Nombre de Jesús le ordenamos al dolor irse del cuerpo de Adriano. Le ordenamos a los músculos, nervios y huesos colaborar con el Espíritu Santo y restablecerse”. Luego de un minuto de oración le preguntamos a Adriano como se sentía. Nos respondió que el dolor había disminuido de un cinco a un uno. ¡Gloria a Dios! Esto era signo de que estaba funcionando.
Una orden de fe no es una orden a Dios, sino una orden desde el Poder de Dios.
Seguimos dándole ordenes al dolor, siempre en el Nombre Poderoso de Jesús. Esto un ratico más. “¿Ahora cómo se siente?” Le preguntamos. Nos dice que ya no tiene nada de dolor de espalda. Se le fue todo el dolor. Dijo: “Sólo me queda dolor en la mano”. Le dije déme su mano, póngala sobre la mía: “En el Nombre de Jesús le ordeno a esta mano obedecer al Poder de Dios en Adriano. Vete. Déjalo.” Adriano con cara de asombro nos dijo que ya no tenía dolor ni en su mano ni en su espalda.
Le dije: “En el Nombre de Jesús póngase de pie”. Se levantó sin dolor. Deberían ver la cara que yo vi en Adriano. Una mezcla de asombro, agradecimiento a Dios y esperanza. Inmediatamente, sin necesidad de que ningún animador de asamblea o ministerio de música le animara, levantó sus brazos y comenzó a alabar a Dios. Dándole gracias por que ahora estaba libre del dolor. El hijo de Adriano, quien le había ayudado a llegar hasta nosotros, por la dificultad de Adriano en caminar estaba allí, llorando pero de alegría. Viendo que Dios es más poderoso que el dolor y siendo testigo de como con simples ordenes de fe Dios actúa.
Luego nos trajeron otras personas para que oráramos por ellas, pero no pude dejar de ver, por la esquina de mi ojo, que Don Adriano fue a la capilla y se arrodilló el solo, sin ayuda, a seguir dando gracias a Dios. ¡La victoria sobre el dolor, el miedo y la enfermedad es de Nuestro Señor Jesús! ¡Amén!
¿Tu que opinas? Pon tu comentario acá abajo. ¿Por qué no das ordenes de fe a los virus, dolores o enfermedades que atacan a tu familia? ¿Qué esperas?
También, si quieres puedes compartir este testimonio con tus familiares y amigos, envíaselo. Verás el Poder que tiene compartir con otros las maravillas de Dios.
Cada vez más me convenzo de que las creencias que algunas personas guardan en su mente y/o espiritualidad son la razón principal para estar estancados en sus procesos de crecimiento de discipulado.
Hace poco tiempo una persona me preguntaba: ¿Puedo orar por los demás aunque no tenga el carisma de sanación? ¿Puedo orar por otros si no soy parte del equipo o ministerio que se dedica a visitar enfermos? Mi respuesta es un rotundo sí. Sí puedes y debes de orar por otros aunque no tengas un carisma especial de sanación. Sí puedes orar por otros y principalmente por tus familiares y amigos aunque no pertenezcas a un equipo de superdotados o superformados en el ministerio superespecialoide de orar por enfermos.
la voluntad de Jesús con sus discípulos nunca fue la de crear un ‘club exclusivo’ de personas que oran por los que sufren. Vemos como en los Evangelios Jesús es el modelo de ser humano que ora por los que sufren y luego, autoriza, empodera, envía a sus discípulos a hacer lo mismo.
Tu tienes el permiso de Dios de orar por los demás.
Podría poner aquí todo un listado de citas bíblicas en las cuales podemos notar como Jesús enviaba a sus discípulos a sanar y a liberar en Su Nombre. Si estudiamos historia de la Iglesia veremos como esto se obedeció al pie de la letra al inicio de la Iglesia y por alguna o varias razones se fue perdiendo en el camino. Pero el hecho de que se haya perdido no es que Dios lo haya querido perder, Dios siempre quiere lo que dice Su Palabra. Dios quiere sanar y liberar, por ello nos envía a hacerlo.
Vemos como esto comenzó aún antes de Pentecostés. (Fiesta que acabamos de celebrar en la Iglesia). Día en el cual se derrama con Poder el Espíritu Santo y sus carismas. Pero los discípulos ya habían orado por enfermos y/o endemoniados antes de Pentecostés, por ello me queda claro que esto de orar por los demás no es un carisma especial donado por el Espíritu. Más bien es una pre-condición que tiene todo discípulo autorizado por Jesús y que se multiplica y crece con el bautismo en el Espíritu Santo.
Es decir, los discípulos ya habían visto sanaciones y/o liberaciones, antes de recibir carismas en el Bautismo del Espíritu Santo. Yo creo que la sanación y liberación a través de los discípulos es más fruto de la obediencia a las Palabras de Jesús que a la apertura a los carismas.
Es por ello que vemos en la Iglesia un sin número de carismáticos que creen que Dios sana, pero no creen que Dios sana a través de ellos, cuando oran por los que sufren. Y muchos a pesar de que creen en la sanación que Dios puede hacer, pero como no creen que esta sanación Dios la puede brindar a través de ellos nunca oran por los sufrientes a su al rededor más bien están esperando que venga algún ‘creyente considerado especial’ por sus carismas o formación y que sea esta persona quien ore.
Muchos creen que Dios sana, pocos creen que Dios sana a través de ellos.
Lejos está esto de lo que dijo Jesús: “Y estas señales acompañarán a los que creen: En mi nombre…impondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán”. (Mc 16,17-18). No dice que esto será de algunos especiales carismáticos, no dice que será de algunos super-formados, no dice que esto acompañará a algunos exclusivos.
¡Atrévete y verás que Jesús cumple lo que promete!
Recién celebramos la fiesta de Pentecostés. Para algunos es meramente una fiesta más entre las tantas dentro de la liturgia. Pero para otros, incluyéndome, es una fiesta sumamente importante. ¿Es Pentecostés importante para ti?
Soy de los que creo que todo creyente, dentro o fuera de la fiesta de Pentecostés debe experimentar un ‘pentecostés personal’. Debe vivir ‘un bautismo en el Espíritu Santo’. Esto no es invento de ningún movimiento de la Iglesia, el Bautismo en el Espíritu es invención de Dios. Jesús fue quien dijo: “…ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”. (Hch 1,5)
El bautismo en el Espíritu o con el Espíritu Santo no es un sacramento. El sacramento del Bautismo se sirve del elemento del agua en el cuál somos sumergidos como iniciación a la vida cristiana. PERO en el bautismo en el Espíritu Santo somos sumergidos o envueltos por el Espíritu Santo, para que seamos testigos poderosos en Dios.
El sacramento del Bautismo nos inicia en la fe, la experiencia del bautismo en el Espíritu nos inicia en el compartir la fe con Poder.
Jesús dijo: “…cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos…” (Hch 1,8). Otras traducciones dicen: “Saldrán a dar testimonio de mí”.
El Espíritu Santo nos convierte en lo que yo llamo Testigos Pentecostalistas.
¿Qué es un testigo? Es aquel o aquella que puede decir: “Yo ví esto”. Ó “Yo escuché o viví esto”. Un testigo es alguien que ha estado donde sucedieron las cosas que se relatan.
¿Qué es un pentecostalista? Es una persona que ha gozado la mismísima experiencia que tuvieron los primeros discípulos de Jesús en el día de Pentecostés.
Una persona, en mi opinión, puede ser pentecostalista, aunque no pertenezca a la iglesia pentecostal. Pueden y hay, pentecostalistas católicos, bautistas, metodistas, episcopales, luteranos, etc…En fin, la experiencia de Pentecostés, que no es lo mismo que la fiesta de Pentecostés convierte a las personas en testigos pentecostalistas, llenos del Poder del Espíritu Santo, de manera que sean testigos ardientes del fuego transformador y sanador de Dios.
No es lo mismo saber de Pentecostés que experimentar “un” Pentecostés.
Hoy más que nunca los creyentes, enfrentando tantos sin sabores del siglo XXI necesitamos más de la Presencia y la guía del Espíritu Santo. Si le desplazamos y no le dejamos movernos en Su Poder. Nadie vendrá al Señor Jesús. Su Presencia es atractiva y necesaria. El Bautismo en el Espíritu Santo es el remedio de Dios para la frialdad de hoy. Frialdad no sólo en el mundo, sino muchas veces en la Iglesia. Dice el Papa Francisco: “Prefiero una Iglesia herida por salir a la calle a servir que una Iglesia enferma por estar encerrada en si misma”.
Recordemos que la Iglesia está conformada por nosotros y si nos quedamos encerrados en nuestros problemas, excusas, falta de conocimiento o desánimo caeremos enfermos de encerramiento. Todo lo contario a Pentecostés, que terminó con las puertas abiertas y los discípulos en la calle testificando de Jesús.
Si aún no estás bautizado en el Espíritu Santo ¿Qué esperas? Pídele a Jesús que te bautice en Su Espíritu. Si ya lo estás, también ¿Qué esperas? Sal a ser Su testigo con Poder. El Poder de Dios se nota en sanaciones, liberaciones, conversiones, etc…