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Imagínate cuando Malco llega a su casa. Sangre en su cara y en su ropa. Impresionado por lo ocurrido. La Palabra de Dios nos relata como Pedro le hirió. Jesús reprende a Pedro, le ordena guardar la espada y le reconstruye milagrosamente la oreja al herido (Jn 18,10-11).

Malco representaba a las personas que rechazaban a Jesús. Aparentemente ‘era del equipo contrario’. Aquí vemos como Jesús trató y sigue tratando a las personas que nosotros vemos como del ‘equipo contrario’. Jesús lo sanó.

Al llegar a su casa, su familia debió alarmarse. “¿Qué pasó?”. “Me cortaron una oreja”. Curiosamente la tenía. Nadie entendía nada. “¡Explícanos!”. Contó como iba con los demás de ‘su equipo’ y se acercaron a Jesús y sus seguidores. Uno de ellos estaba armado con una espada y le cortó. Me imagino que dijo: “Gracias a Dios no sabía usarla, porque me habría cortado la cabeza en vez de la oreja”.

Entonces vino Jesús. Malco nunca lo había visto tan de cerca. Cara a Cara. Dijo: “Me sanó la oreja. No puedo explicar cómo, pero lo hizo. Me di cuenta que Jesús es muy distinto a sus seguidores”.

La Palabra de Dios, una espada que sana

El objetivo de la Palabra de Dios es salvar. No condenar (Jn 3,17). Sanar, no herir. S. Pablo nos dice que la Palabra de Dios es una espada (Ef 6,17) Pero no para luchar contra personas de carne y hueso, sino para combatir contra ‘malignas fuerzas espirituales’. La Espada de la Palabra de Dios no es para cortar orejas. Debemos cuidarnos de dar el uso contrario a lo que Dios nos da.

No sabemos cual espada Pablo tenía en mente cuando escribió esto. Los soldados tenían dos espadas. Una larga y otra corta para luchar de cerca. Pero la espada corta también tenia una función sanadora, pues era la espada usada para sacar los dardos que se les podían pegar en la lucha. Si un soldado era herido, tomaba su espada corta y el mismo se sacaba el dardo que el enemigo le había clavado.

De la misma forma, el Espíritu Santo nos da estas espadas cortas, para que la apliquemos en las áreas de nuestra vida en la que el enemigo nos ha pegado algún dardo. Esta espada es para sanarnos y para que podamos sanar a otros. No es para pelear contra ‘los del equipo contrario’ a menos que sean espíritus malos. Ninguna persona de ‘carne y hueso’ es nuestro enemigo. El diablo sí. ¡Cuidado con confundirnos! Malco aprendió que muchas veces los discípulos de Jesús nos confundimos.

El Antiguo Testamento ya pasó

El peligro que describe Juan 1,11: ser suyo y no recibirlo, se puede repetir si nos cerramos al Reino de Dios. Siendo miembros de la Iglesia y no recibir ni transferir su Misericordia hasta a los que piensen distinto a nosotros.

Per-versión es una mala versión de algo. La verdad tiene círculos concéntricos. Hay verdades más centrales que otras. Cuando ponemos primero lo que no es esencial, terminamos pervirtiendo la Palabra de Dios. Lo importante es la Misericordia. Todo lo demás es inferior.

En el Antiguo Testamento se nos muestra la fuerza del pecado, la enfermedad y la muerte, pero el Nuevo Testamento vence con la medicina del Amor y la Misericordia de Dios. El Reino de Dios ya está aquí. El Rey Jesús sigue vivo sanando y salvando a quien escuche y aplique su Palabra.

Dios habló, pero sigue hablando

Dios no habla una sola vez. El sigue hablando. No podemos vivir con el Maná de ayer, hay que seguirle de cerca, para que nos hable hoy. Si Abraham se hubiese quedado con la Palabra de ‘ayer’ sin escuchar lo que Dios le decía ‘hoy’ hubiese matado a su hijo Isaac (Gen 22,12). Es cierto que Abraham recibió la Palabra de Dios de sacrificar a su hijo, pero en el tope del monte le volvió a hablar y le dijo que ya no. Si no escucha, hubiese terminado haciendo lo contrario a la voluntad de Dios. Dios proveyó en el Nuevo Testamento a otro Hijo para el sacrificio.

Así también Dios le dijo a Elías que le alimentaría a través de cuervos junto al arroyo (1 Re 17). Pero luego la provisión de Dios cambió de cuervos a un viuda pobre. Los cuervos dejaron de llevarle comida y el arroyo se secó. Dios le habló de nuevo para que buscara a una viuda. Si Elías se hubiese negado a la Buena Noticia de apartarse de lo que Dios había dicho antes hubiese muerto. Se levantó, se movió, buscó y recibió alimento mientras servía a una viuda que aparentemente no tenía nada que darle.

Para reflexionar: ¿Quieres ser Abraham con el ‘cuchillo’ en mano? ¿O quieres ser Abraham abrazando al hijo? ¿Te vas a quedar en la Antigua Alianza enfocada en el pecado o en la Nueva Alianza centrada en la Misericordia? ¿Te sientes seco y sin alimento? ¿No será que debes moverte a buscar a aquellos que aparentemente no tienen nada que devolverte? Si te quedas ahí herirás a muchos Isaacs o te morirás sin alimento y sin agua viva. Siéntate a escuchar al Autor de la Biblia, no es sólo leerla, déjate amar y transformar por Él. Conocer y representar al Autor de la Biblia es más importante que conocer la Biblia.

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NOTA: Este artículo fue originalmente publicado en la Revista Rayo de Luz, ya que celebramos ahora en Septiembre el mes de la Biblia.