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(2da parte)

Los pastores emprendieron su camino hacia la cueva junto al río. Era el lugar más iluminado aquella noche. Sobre la cueva se veía una estrella gigante como si fuese un aviso de que algo grande está sucediendo.

Mientras en el bosque, Lanita, la ovejita perdida se acababa de escapar de las garras de un lobo feroz. Se tuvo que esconder detrás de un arbusto con espinas, pues el lobo pensó que ella nunca se escondería allí. Lanita salió con heridas y al levantar los ojos vio la estrella. Esto la llenó de esperanzas y salió corriendo hacia allá.

Por otro lado, el pastor de Lanita, gritaba por el bosque: Lanita! Lanita! pero como estaba tan lejos ella no escuchaba nada. Este pastor por haberse ido de la comunidad de pastores se había perdido el concierto de ángeles. No sabía que los demás iban a conocer al niño Rey.

PERO, Dios no se olvida de nadie y envió a un ángel a buscar al pastor perdido. Gracias a Dios el ángel apareció en el momento más oscuro del pastor, cuando el se culpaba por la perdida de Lanita. Estaba a punto de rendirse y ya estaba comenzando a llorar cuando una luz le envuelve y escucha: “No te asustes… Dios me envía a decirte que todo saldrá bien. El Rey está aquí. Todo inicia renovarse. Todo se restaurará. En la cueva bajo la estrella lo verás”.

El pastor se llenó de alegría y comenzó a caminar con fuerza. Tenía ahora como un poder del cielo en el corazón. El lobo vio al pastor pero ni se atrevió a acercarse pues el ángel seguía allí. El ángel de Dios protege a los pequeños y los lobos le temen.

Lanita fue la primera que llegó a la cueva. Era imposible no verla. Había mucha luz. Cuando entró una señora muy linda le sonrió y el hombre le invitó a acercarse. Cuando Lanita se acercó al niño notó que los dolores se aliviaron y sus heridas se cerraron. El niño Rey tenía el Poder para sanar. Lanita se acostó junto al niño y sus lanas acurrucaban al bebé. La madre sonreía.

Entonces llegaron los demás pastores con las demás ovejas. Y las ovejas no podían creer que Lanita estuviera tan cerca del Rey. La oveja más inquieta y curiosa había encontrado un puesto privilegiado. Ellos no sabían todo lo que había sufrido Lanita, tampoco sabían con cuanto cariño fue recibida. No sabían de sus heridas curadas y de su escapada del lobo.

De repente, llegó el pastor de Lanita. Cansado pero con alegría y ve hacia dentro de la cueva. Quien lo diría, un gran Rey naciendo en un lugar lejano y sucio. Había un hombre de pie, le dijo soy José, carpintero. El pastor le saludó y le dijo que había sido invitado por Dios. José le mostró al niño al lado de su madre, pero lo que más asombró al pastor es que su oveja perdida no estaba perdida. Estaba encontrada, amada, sanada junto al niño Rey.

Aquella noche, conocida hoy como la noche de la navidad el pastor aprendió que Dios tiene la forma de encontrar a los perdidos y sanarlos. Y de hacer que se re-encuentren los que se han separado. Lanita se puso de pie y de un salto se abrazaron ella y su pastor. El pastor le dijo: “¡Feliz Navidad!”.