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Las palabras de conocimiento, cuando son dichas con la intención de obedecer al Señor, aunque las digamos con detalles incorrectos, pueden bendecir y sanar. En ocasiones yo me limitaba y cuando percibía algo que no entendía o algo que yo no había experimentado, no lo decía. PERO gracias a Dios, he ido rindiendo el ‘querer entenderlo todo’, muero a mi y me llevo a obedecer al Señor. Cada vez me hace más sentido la frase que quien obedece al Señor Jesús no se equivoca.

Nota importante: Hace poco publiqué un testimonio sobre la bendita exactitud del carisma de Palabra de Conocimiento (si no lo leíste haz click aquí Las Pastillas Amarillas, en esta ocasión publico la bendita inexactitud de la Palabra de Conocimiento. Dios bendice nuestros riesgos. Escribo esto uno detrás del otro a propósito para que nos demos cuenta que Dios usa hasta nuestros fallos y no debemos paralizarnos por detalles).

Este fin de semana del 18 al 19 de marzo, estuve en El Paso, Tx. En un congreso de Evangelización, allí en su mayoría eran personas que no habían nunca participado de una actividad así (prédicas, oración, testimonios, etc.). Estuve con mi amigo Sergio Soto.

En un momento de oración sentí que allí presente había alguien con una ‘uña enterrada’ o ‘uña encarnada’ que le causaba mucho dolor al pisar y caminar. Al decirlo y pedir confirmación entre los presentes, nadie levanta la mano. (A veces me gustaría tener el don de tirar rayo laser por los dedos para tirarle a los que luego se acercan en los recesos a decir que no se atrevieron a identificarse cuando estuvimos buscando confirmación). Es broma lo del rayo laser 😉

Insistí un poco más, pero nadie decía: ‘soy yo’. Les decía que queríamos dar Gloria a Dios porque te había quitado ese dolor o malestar al pisar. Nadie decía nada. Esta fue la última palabra de conocimiento que dimos en ese momento de oración y todos estaban como a la expectativa, igualmente yo pues además era la primera vez que me venía una palabra de conocimiento de ese tipo.

Confieso que en un momento pensé que era una sanación sencilla o sin importancia. Que es más importante la sanación de un hueso o de cáncer. Aunque en fracciones de segundos me respondí a mi mismo. Quien soy yo para detener a un Dios tan grande que quiere sanar una uña. Además como a mi no me duele la uña al pisar, es muy fácil para mi concluir que entonces esto es una sanación sencilla. Si le hubiese dado importancia a ese razonamiento no digo la palabra de bendición para otro.

Al terminar cuando ya casi se iban a dar los avisos finales del día, mientras se cantaban una canción de alabanza, se me acerca una mujer con cara sorprendida y con los cordones de los zapatos desamarrados.

¿Es usted la de la uña? Ella me responde: «déjeme explicarle». «Yo no me identifiqué pues no tengo ninguna uña encarnada. Pero sí me pasa hace años que la uña del dedo pequeño de mi pie derecho (mientras hablaba se quitaba los zapatos y medias) me roza con el dedo de al lado y me creó un cayo redondo muy doloroso, pero mire ahora desapareció el cayo y no tengo nada de dolor.»

Me arrepentí de haber querido tirarle un rayo laser. Yo fui quien me equivoqué. No quiero justificar mi equivocación pero a veces es difícil comunicar lo que percibimos ‘en el Espíritu’, en ocasiones podemos fallar. Pero Dios aún así puede hacer su obra. Santa Teresa decía: Dios escribe derecho aún sobre líneas torcidas. Así es Su Poder.

Doy gracias a Dios que crecí y sigo creciendo en la fe al rededor de personas que me dan el permiso de fallar, sin que esto sea la gran cosa. Fallando es que se aprende. Nadie aprende a andar en bicicleta sin que se tenga algunas caídas en el proceso.

Muchas personas y/o comunidades no crecen en la Vida Carismática pues están sumidos en un ambiente de crítica, escrúpulos o competencia. Cuando se andan buscando las fallas en el ejercicio de los carismas más que enfocarnos en lo que Dios sí está haciendo se pone como un bloqueo a su acción. Del mismo modo cuando los ancianos en la fe, los expertos o líderes tienen un ojo crítico ante quien intenta dar una palabra de conocimiento o profecía y luego en vez de hablar con un tono de ayuda hacen sentir al que se lanzó en fe como un estúpido. Así también las competencias carismáticas, en ambientes donde no se honra la unción que tiene otro y se compite por ‘el lugar del más ungido’, así no se crece en el Poder Carismático del Espíritu Santo. Me admiro y honro como el Señor usa a mi amigo Sergio Soto. Me encanta escucharlo predicar. Muchas palabras de conocimiento que el da superan las mías y eso que el dice que ha aprendido de mi.

Antes de terminarse el evento tomamos el micrófono y esta persona mostró su pie y contó lo que Dios había hecho. Agradecía a Dios que le quitó tan gran molestia y dolor al caminar. Y yo agradezco a Dios que hasta a través de nuestros fallidos intentos el actúa con Su Amor y Poder.

Lancémonos en fe. No nos enfoquemos en fracasos carismáticos, ni en fallos en nuestros intentos de dejar que fluyan los carismas. Mejor enfoquemos más nuestra mirada en el Señor y ayudémonos el uno al otro. Y los que tenemos la etiqueta de expertos o líderes, por favor, seamos coaches o entrenadores cariñosos que animen a los que están aprendiendo a abrirse al fluir del Espíritu Santo.

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